Torres, de la locura de Barajas a la tranquilidad de Majadahonda.
El vuelo 0141 procedente de Dubai aterrizaba en Barajas con una hora de retraso. Y casi 60 minutos después aparecía Fernando Torres por la sala de llegadas dela T4. Con una sonrisa de oreja a oreja y algo abrumado por la numerosa presencia de aficionados, curiosos y medios de comunicación que se agolpaban para recibirle, el ‘Niño’ volvía a pisar Madrid. Y esta vez, para quedarse.
Acompañado de media docena de policías nacionales que le custodiaban, Torres volvió a escuchar el cántico que tantas veces le dedicó el Calderón, estadio que el domingo le dará, de nuevo, la bienvenida en su presentación oficial. Fue saludando a los chavales que le esperaban, y a uno le hizo el más feliz del mundo. “¡Me ha tocado el ‘Niño’, me ha tocado el ‘Niño’”, exclamaba fuera de sí el joven.
Tras atender a los periodistas, los agentes le llevaron hasta el vehículo que le esperaba en el párking de la terminal ante el acoso de aficionados que buscaban una foto, una firma o un simple choque de manos. Esto es de las peores cosas que llevaba Torres cuando aún vivía en España. Y ya puede ir acostumbrándose de nuevo, porque la gente le sigue queriendo.
“Estoy deseando dejar de hablar y ponerme a jugar”, había dicho instantes antes el fuenlabreño. Pues casi casi. Porque tras comer y saludar a los suyos, le espera la Ciudad Deportiva de Majadahonda. Allí entrenará esta tarde en solitario (puede que sólo en el gimnasio y que ni siquiera pise el césped) para ir poniéndose a tono. El derbi del día 7 le espera.